No puedo plasmar lo que siento porque mi sensatez se fue y hasta ahora desconozco cuándo regresará.
El sueño aún desordenado, que hacía llevadero mi malandanza, cayó finalmente en el abismo, y ahora no tengo ojos para percibirte ni manos para apreciarte.
Trato de salir adelante, sin embargo mi corazón repasa recuerdos, como los ojos dispersan las páginas de un libro, sin absorber una palabra. . .
Lo cierto es que he llegado a esa edad en que los ideales, a fuerza de realidad, se hacen favilas. Mi mente está volviendo atrás por aquel camino inusitado donde la pasión de mi amor perdura a tu esencia, amada Ana.
Tu amor es perenne y lleno de fuerza, pero no dejo de sufrir por aquel anhelo que perdí. No me ha dejado vivir desde aquel maldito y odiado catorce de abril.
Tengo la simple y mera convicción de que sólo me dejo llevar por mis sentimientos. El miedo a la oscuridad, a lo desconocido, a enfrentarme a una vida llena de fantasmas de soledad latente, hace que tenga un vacío en mi corazón que sé que jamás podré llenar con nada.
Si éramos uno solo, ¿por qué tuve que vivir y no morir? Seguro que me odias por ello, por haberte abandonado y dejarte sola entre tinieblas y demonios.
Lo siento, mi amor, perdóname. . .