Abderramán III fue el principal artífice del esplendor de al-Andalus, aunque
para ello tuvo que renunciar a sus propios intereses personales. Él mismo dejó
constancia de ello en un manuscrito que se encontró tras su muerte en el que
afirmaba que en toda su larga y exitosa vida sólo conoció catorce días felices.
En la obra cobra una especial importancia el relato del amor del califa con su
concubina Azahra a la que quiso inmortalizar con la construcción del gran
palacio de Medina Zahara.