Los congresos de serpientes, las relaciones jerárquicas entre flamingos y tigres, gavilanes y hormigas, fieras salvajes y animales domesticados, todo habla de una trama a la que el ser humano es ajeno, a menos de convertirse en presa. Y luego está la invención de un escenario único, de esa Misiones argentina donde Quiroga se instala como colono en 1910 y cuya mitología describe como ningún otro, viendo lo que el crítico Ángel Flores llamó la verdadera tierra y sus hombres, detrás de las apariencias.
Quiroga fue uno de los cuentistas más populares de la lengua española a principios del siglo XX. Su capacidad fabuladora lo convirtió en un precursor de Julio Cortázar y su talento ha sido comparado muchas veces con el de Edgar Allan Poe. Pero su vida real fue tan trepidante, y en ocasiones tan fantástica, como sus narraciones.