A pesar del aire de familia, el cristianismo no es una religión entre otras. Está más cerca del ateísmo que de una religión al uso (y acaso por eso mismo, sea la respuesta más firme al desafío nihilista). De hecho, podríamos considerar el ateísmo moderno como un hijo bastardo de la fe que proclama a un abandonado de Dios como Hijo de Dios. Pues esto se encuentra muy cerca de decir que no hay Dios. La proclamación de la muerte de Dios fue antes cristiana que nietzscheana. Y es que el Dios que se revela en la cruz es un Dios cuya voluntad fue la de no ser nadie sin la absurda fe del hombre. De ahí que el Dios que se revela en el Gólgota no termine de encajar con el prejuicio religioso, aquel que sostiene, precisamente, que Dios es con independencia de la fe del hombre. Como escribiera Bonhoeffer, «un Dios que existe no existe como Dios». Frente a las espiritualidades oceánicas de hoy en día, el cristianismo afirma que Dios no tiene otra entidad que la del cuerpo de un crucificado en su nombre. De ahí que la cuestión sea en qué sentido todavía podemos tomarnos en serio lo que el creyente espera de Dios. Anatomí