Este libro es un registro comentado de lo que sucede en torno a la intimidad. Y tan cerca está y tan ciega es la intimidad que no puede ser desvelada sino a través de sus anomalías. La intimidad es a la vez estado de ánimo y sensación física. Se da en el espacio y su contorno tiende a confundirse con el de la habitación, con el de la casa. Casa y habitante están unidos por una sustancia tan misteriosa como adherente: la intimidad. Esa fascinación mutua tiene que vencer la competencia de los objetos y la impaciente atención que reclaman los dispositivos digitales. El intruso interfiere de manera inoportuna al perturbar físicamente el cosmos particular que es una casa. También lo hace el voyeur con la mirada. En su condición de cómplice, la casa se abre o se cierra: se abre al voyeur y se cierra protectora sobre el recluido voluntario. Sospechamos que los intrusos que acceden a su interior o los voyeurs que la asedian con su mirada son, al mismo tiempo, esperados por la intimidad y rechazados por el pudor. La arquitectura alienta el equívoco de la impunidad. La arquitectura es necesaria para propiciar, dar for