Dos niños, dos primos inseparables de unos doce años, el Ceporro y el Chino, viven en el gran piso de su abuela, después de la guerra civil. Don Rodolfo, que fue nada menos que sparring de Uzcudun, les da clases de gimnasia y boxeo. Juegos viriles en la terraza donde se desploman los vencejos; al fondo, ecos de la Segunda Guerra Mundial, el mariscal Rommel y el Imperio Nipón. De repente aparece una niña alemana, huérfana, refugiada, que irrumpe en el cerrado mundo infantil de los dos primos y lenta y decisivamente todo cambia, tal como nos va contando Ceporro, que es quien tiene la palabra y, por tanto, es el Rey.
Además de la bellísima historia de adiós a la infancia y de la colorida «galería de secundarios», habitual en Pombo, el gran acierto estilístico de este libro es el hallazgo de la voz del narrador, el originalísimo tratamiento de las peculiaridades léxicas y sintácticas del modo que tiene Ceporro, charlatán infatigable, de narrar las cosas. Un libro inolvidable, a la par conmovedor y divertidísimo, en el que, después de El metro de platino iridiado, que tan merecidamente ganó el Premio de la Crítica, Pombo da aún otro paso adelante. Una novela que figurará, sin duda, entre las más destacadas de nuestro tiempo.