Murió en Londres a los 68 años. Una muerte prematura, pero quizá coherente con el tempo que Ava imprimió a su vida; porque la suya no fue una existencia simplemente transcurrida, sino apurada en una explosión de amores y sentimientos, de trabajo y fiestas, que se inició en un pueblucho de Carolina del Norte y se desplegó en Hollywood, Madrid, Londres; que pasó de compartirla con anónimos campesinos a hacerlo con famosas, sofisticadas o simplemente complejas personalidades, como las de sus ex maridos Mickey Rooney, Artie Shaw y el turbulento Frank Sinatra (las épicas peleas entre ambos que Ava rememora son un prodigio de humor y frescura). Un catálogo en el que no faltan nombres españoles, como Mario Cabré (con el que no es muy piadosa) o Luis Miguel Dominguín. ?El animal más bello del mundo», según el calificativo grotesco de algún publicista insensible, tenía, a pesar de su éxito, un carácter tímido e inseguro. Ese poso de inseguridad hace su autobiografía creíble y tierna.