Los aviones de caza, comenzados a fabricar en una Europa sobrecogida por la Gran Guerra, llegaron a la Aviación Militar española sin la urgencia requerida por un conflicto armado; pero las circunstancias cambiaron durante la década de los 30, cuando la agitación de las nuevas ideologías nacidas en el siglo XX que sacudían la política europea, se tradujo en España, como ya había ocurrido en otros países en un enfrentamiento paulatinamente radicalizado que cristalizó en guerra civil. Los bandos surgidos buscaron apoyos material exterior para sus respectivas causas y, en el caso de la aviación de caza cuya importancia había resultado evidente en la Gran Guerra, la ayuda extranjera tuvo singular importancia. Las potencias europeas enviaron pronto aviones y pilotos a España, para probarlos y entrenarlos respectivamente, con vistas a un gran conflicto armado que se intuía próximo. Pilotar un caza significa vuelo, velocidad, acrobacia, riesgo y prestigio, factores que atrajeron a los jóvenes nacionales y extranjeros que combatieron en los cielos de España, convirtiéndose muchos de ellos en ases de la aviación. El