Solo tenía ocho años y Perico ya tenía clarísimo que algún día sería mejor espía aún que su idolatrado 007. Para llegar a serlo, no bastaba con atrapar al culpable de que desaparezcan los yogures de chocolate (el abuelo), había que subir el listón. Así que decidió espiar a su vecina, doña Roña, que parecía un excelente objetivo: era nueva en el barrio, no le caía bien a nadie y se comportaba de una forma realmente extraña. De eso nadie se daba cuenta, salvo Perico. Sus dotes de espía le advirtieron. Y al igual que Perico, parecía estar atenta a todo lo que ocurría a su alrededor. Efectivamente, su vecina tramaba algo oscuro
En su primera misión, tan complicada como arriesgada, Perico se enfrentará no a una doña Roña, sino a cuatro idénticas.