La Universidad, como algunas otras instituciones, goza de una suerte de respetabilidad que no es sino una efectiva cortina de humo. Tras ella se esconden numerosos casos de corrupción y endogamia que ni mucho menos son marginales. Es una guerra sucia en todas las instancias entre profesores, doctores, catedráticos, etc., que luchan por mantener su campo de influencia, su particular parcela de poder. Todo ello, a costa de los alumnos y de los contribuyentes, que con sus impuestos sostienen un imperio de ineficacia y nepotismo.
«Por desgracia, -escribe Alejo Vidal-Quadras en el prólogo- las cosas demasiado horribles también suceden y la historia desarrollada en Corrupción en la Universidad así lo demuestra para nuestra vergüenza colectiva. [...] Como en tantos otros puntos débiles de nuestro sistema institucional, cultural y económico, las desgracias presentes tienen a sus espaldas una larga historia de errores de planteamiento, de dogmatismos ideológicos y de políticas de vuelo corto. Hemos construido un mundo universitario fuertemente politizado, teñido de localismo y rígidamente funcionarial. [...] Es imprescindible una reforma radical en este ámbito porque el grado de deterioro es tan alto que horrores como los expuestos en Corrupción en la Universidad, lejos de ser una ficción de novela negra, constituyen la realidad cotidiana de no pocos departamentos universitarios españoles».