Como en un cruce de caminos, Japón y España se unieron hace ya más de cuatrocientos años, para separarse y reencontrarse en un continuo fluir que dio lugar a un enriquecimiento mutuo. El contacto se estrechó a partir de 1549, cuando Francisco Javier desembarcó al sur del archipiélago con la finalidad de transmitir la fe cristiana. De su mano, la cruz se convirtió en un símbolo de unión y ayuda, de corte y protección, de persecución y respeto, de vías abiertas hacia el conocimiento de dos culturas que se aprecian y admiran desde la proximidad de la distancia que solo la unión confiere. De ahí que en muchas ocasiones adquiera la forma de una áncora, evocando al cristianismo más primitivo, cuando el ancla representó la esperanza, la salvación, el amparo ante el peligro, la protección ante la desgracia. A través de cruces y áncoras, este libro pretende actualizar las investigaciones históricas entre España y Japón durante los siglos XVI y XVII, mediante la comprensión de su contexto amplio, evaluando la importancia global y la contribución a su historia bilateral.