«Soy un hombre de clase media enfrentado a los infinitos del universo», dice uno de los personajes de estos relatos de Carlos Herrero que perfectamente podría representarle a él. Porque infinitos del universo son el amor, la enfermedad, la salud, el sexo, los cuidados, la paternidad, Internet, el trabajo, el dinero, el sobrepeso, la felicidad (o más bien la búsqueda de la felicidad), a los que él interroga en estas once historias que se leen entre risas que tienen poca gracia.
Su mundo es el de los perdedores de una sociedad opulenta. Sus Dafnes, Lulis, Sandras, Rodolfos o Julios tienen cosas, tienen hasta neveras tan estupendas que se podría vivir en ellas, pero sus expectativas van muy por delante de sus logros. Son las nuevas clases, los que no llegan ni a mileuristas. Gente muy común, buena gente que sueña con miles de euros, pero que claudicaría por un poco de amor y se conformaría sólo con la salud, porque la salud, o mas bien su reverso, la enfermedad, protagonizan muchas de estas páginas. Esas cosas feas que también nos resistimos a ver, como la sangre y la mierda que forman el día a día de muchas gentes que no suelen protagonizar relatos, que sólo protagonizan, y no siempre, sus propias vidas. Carlos Herrero les ha puesto a pensar en voz alta y ellos hablan de todo, de follar y de comer, de las difíciles relaciones entre padres e hijos y del futuro, del ocio y de los videojuegos, de los chats y de pollas y coños, de todo lo que hay por ahí.
Pero siempre con su puntito de ternura, porque si algo define estas muy especiales e insólitas once historias de amor es el profundo cariño que el autor siente por sus humanas criaturas.
Carlos Herrero nació en Madrid en 1975. Ésta es su segunda obra tras Prosperidad (Barataria 2007) que fue bien acogida pero que no le ha permitido dejar la larga lista de trabajos mal pagados. Repartidor de periódicos, dependiente de cibercafé, chico de la limpieza, teleoperador, almacenero de IKEA y actualmente profesor de gimnasia en el Club Gimnástico de Coslada, un municipio de la periferia de Madrid. Vive con su hermana y su sobrino en el barrio madrileño que da título a su primera novela. Sueña con recuperar totalmente la salud, convivir con su novia e ir tirando de la literatura.
Un hallazgo compartido al tiempo por el lector y el personaje: cuando parece no existir ninguna posibilidad para un muchacho abandonado al alcohol en grupo, un tipo desprotegido en medio de una sociedad descompuesta, un estudiante que no espera nada de sus estudios, un cruel amante difícil de contentar, cuando parece que no hay remedio para él ni para quienes lo rodean (todos nosotros), se confirma la apariencia: no hay salida; «más o menos todas las vidas acaban en derrota», escribe el protagonista y quizá autor. Peio H. Riaño
Uno de los debuts más sinceros, patéticos (en el buen sentido de la palabra), desgarradores y puros que se han escrito en la península. Kiko Amat