Este es el primer libro que Grassi dedica a la tradición filosófica del humanismo italiano. En él se aborda el problema de la relación entre lo singular, el individuo y lo «común», lo «objetivo». La fe en la vida individual no tiene que ver con el individualismo y es especialmente importante frente a la confusión creciente en torno a la autoafirmación y la función del individuo. Aunque los enemigos de la vida individual socaven teóricamente este concepto o lo malinterpreten en su significado originario, al final siempre tendrán que ocuparse de él. Los problemas de la vida individual y del conocimiento de su tradición guardan relación con la imagen del ser humano occidental, pues están conectados íntimamente con la tradición humanista.