La frente de un hombre puede ser blanca como aquella roca o verde como el musgo que crece sobre su cumbre, donde anidan los charranes. También negra puede ser la frente de un hombre, o celestina, dependiendo de si cobija un cuévano oscuro, refractario a la luz, un pozo de aguas oscuras, caliginosas, donde flota una melena de peces ciegos, o si, por el contrario, casi transparente, ligeramente azulada por este sol blanco de la mañana, un disco de plata perfecto, recuerda al cielo, cortado en una inmensa lámina y dispuesto como una bóveda sobre todo, concentrando el resto de colores al proyectarles su luz.