Memorias de un niño leído
Verano, la campiña, la cocina
a través de una puerta se abre al campo.
Trajinaban en ellas las mujeres.
Y por aquella puerta yo salía
al huerto, y arrancaba de la mata
un tomate al que daba algún mordisco.
Y escogía algún fruto bien maduro
del árbol, con pericia de un experto.
Agotado del juego matutino
a comer me llamaban, y el gazpacho
embaulaba y algún plato riquísimo.
Luego a dormir la siesta. Por la tarde,
en un sillón de mimbre me sentaba
bajo las buganvilias del jardín.
Y pensaba qué triste era mi vida.