Varios años
después de su último poemario, José
Manuel Caballero Bonald nos entrega este Diario de Argónida, en el que no sólo regresa a la poesía,
demostrando una vez más que es dueño prodigioso del lenguaje y sus secretos,
sino también a un espacio mítico, una naturaleza que ya estaba presente en su
obra, pero que adquiere aquí todo el protagonismo que le reclamaba. «Argónida»,
nos aclara el propio Caballero Bonald,
«es un topónimo ficticio con el que suelo referirme literariamente al Coto de Doñana,
frente al que ahora vivo buena parte del año.» Y, en efecto, de ese entorno
inconfundible surgen los mil estímulos, las reflexiones y recuerdos expresados
en los poemas. Más que apuntes autobiográficos del propio autor, el diario es su cuaderno privado, su libro
íntimo de anotaciones al modo juanramoniano. En él asistimos a la secreta
crónica (que el propio autor delimita entre febrero de 1995 y mayo de 1997) del
reencuentro, físico y moral, con un paisaje que el poeta reconoce como suyo, un
reencuentro con el paso del tiempo, así como las lecciones ocultas de una
naturaleza omnipresente : desde la exaltación del mar y su proximidad, los
barcos y las dunas, la aventura y el naufragio, las aves y las alimañas,
pasamos subrepticiamente a la reflexión sobre los libros y la memoria, a la
introspección y el balance. En conjunto, una revisitación de imágenes y
espacios que despierta la nostalgia ontológica de cualidades y sensaciones, de
«esos días inconstantes, híbridos, juntos ya en el presente como un ascua».