Para mí fue un milagro. Fue un milagro salvarnos luego de haber chocado contra una montaña en un avión que viajaba a más de 400 kilómetros por hora. Fue un milagro sobrevivir al alud que sepultó el fuselaje del avión mientras dormíamos. Fue un milagro que Canessa y Parrado, desnutridos, pudieran caminar durante siete días por la nieve o escalar montañas de más de seis mil metros de altura sin contar con ropa de abrigo. Fue un milagro que Parrado encontrara junto a la fuerza aérea de Chile el lugar exacto donde había quedado el avión con nosotros adentro. No sé si fue un milagro formar la familia que hoy tengo, pero sí sé que es un regalo de la vida.