Al principio, Dios creó el sexo. Lilith y Adán, los dos primeros seres humanos, disfrutaban en el Jardín del Edén, hasta que el segundo quiso someter a la primera. Lilith, creada a partir del mismo barro que Adán, se rebeló contra su igual y le deja plantado. Pero si Dios es amor, supo tomar partido por Adán condenando a Lilith y dándole una nueva mujer dócil llamada Eva
¿Y si Eva no fue la primera mujer? ¿Y si aquella que la precedió fue excluida de la hagiografía de Adán, ya que representaba la insumisión al mismo tiempo que la más pura libertad sexual? ¿Puede que lo que quede de Lilith no sea más que el rol de demonio de la tentación? Retomando el acto sexual en su origen, Aude Picault se reapropia de un relato legendario.