Hablando de Don Juan, decía Fernández Flórez que Zorrilla "oía latir bajo su justillo de terciopelo el corazón de España: el corazón del romanticismo nacional, su propio corazón". También la estructura de la obra refleja perfectamente el ideal romántico: el misterio de los personajes, las máscaras, la conquista, la huida, el tenebrismo de la segunda parte, los diálogos amorosos, el enfrentamiento a Dios y la salvación por el amor. Todo coincide en señalar a esta obra como uno de los hitos que marca con mayor precisión el valor de lo sorprendente y de lo emocional como suprema forma del conocimiento del mundo. El lector, todavía hoy, tiembla, vibra, se aleja de cualquier racionalismo para sumergirse de pleno en el mundo de la pasión más desbordante.