Dramaturgia de una pasión se puede considerar un auténtico manifiesto de la dirección artística de un teatro de ópera. Escrito al final de su etapa parisina, el autor analiza el cargo como un auténtico compromiso intelectual que, lejos de la pura gestión, debe tener como misión principal concebir la temporada operística como un todo coherente. Por eso, la selección de los títulos no está regida por el azar o por el simple gusto del público, sino que es fruto de un complejo proceso en el que deben tenerse en cuenta factores como las voces, la puesta en escena, el contexto histórico-cultural de la ciudad y el país que acoge la representación, el autor y, por encima de todo, la obra en sí. Y todo ello partiendo de la base de que el operístico es un género claramente urbano y «obligatoriamente» político, que no sólo debe producir un goce estético, sino conmover al espectador (que no tiene, por tanto, un papel pasivo sino activo), remover su conciencia, propiciar la reflexión. Además de incluir un capítulo sobre la evolución del espacio arquitectónico del teatro de ópera, en sus páginas se ponen de relieve sus principales (y polémicas) ideas: alejamiento de la figura del divo, mucha atención a la ópera del siglo XX y a la creación contemporánea, poco interés por el belcantismo y el verismo, posicionamiento a favor de los montajes escénicos «no historicistas»