WILHELM HEINRICH WACKENRODER Y LUDWIG TIECK
La anónima publicación de Los efluvios cordiales de un monje amante del arte en 1796 marca el nacimiento del romanticismo alemán. Pese a su apariencia y tono inocentes, es un alegato del entusiasmo artístico dirigido contra la tradición dieciochesca: no el arte clásico, sino el renacimiento italiano y, sobre todo, el redescubrimiento de Alberto Durero como personificación del auténtico arte alemán constituyen el paradigma que presenta la obra. El texto ofrece otras características sorprendentes: la combinación de formas (vidas de artistas, cartas, poemas, una nouvelle...), el tono patriarcal del narrador, la idea ilustrada de la tolerancia aplicada al arte, el anuncio de una nueva religión del arte y el relato de la vida de Berglinger. Este supone una doble innovación, al proyectar la música como arte absoluto e introducir el modelo de artista romántico en conflicto permanente con su entorno. La aparente sencillez e inocencia del discurso del monje, de agradable lectura - el texto no se dirige a expertos, sino a amantes del arte-, ni oculta su conocimiento de la discusión estética en la Alemania de finales del XVIII, ni resta complejidad a su radical intención filosófica.