Cada vez existen más organizaciones altruistas, si bien sesenta años de ayuda extranjera no parecen haber salvado al mundo, ni siquiera mejorarlo. Una crítica corrosiva e irónica sobre las intervenciones humanitarias y desarrollistas y sus actores (oenegés y agencias internacionales) contada desde dentro, en primera persona. Un ensayo que, tanteando la narrativa, desmitifica la ayuda humanitaria y desmantela su glamur samaritano, destapando su trastienda. «Socorrer al gentío indigente y sin palabra resulta un filón inacabable para las organizaciones con vocación de ibuprofeno. [...] despatarrados y anestesiados en la Arcadia del bienestar material, sin complicarnos en averiguar el origen de los desbarajustes del planeta y dando por hecho que no somos capaces de nada mejor, descansamos nuestras conciencias consumiendo caridad.» Sin pretenderlo, El agua del extranjero. Descalabros de un mercenario humanitario es, además de un libro improvisado de viajes insensatos, un panfleto errabundo que patalea contra lo absurdo del negocio humanitario y que, casi como un descuido, desemboca en una introversión desesperada