Hasta agosto de 2020, fecha en que completé el Camino desde Roncesvalles (a pesar del Covid-19) mis piernas han caminado 7000 kilómetros en peregrinación a Santiago; kilómetros que me han cambiado la vida y la han orientado de un modo decisivo hacia Dios.
En el Camino de Santiago he llorado de dolor y he sentido miedo, pero he reído mucho más con una alegría profunda, y, en cierto sentido, inexplicable. Me he perdido y me he encontrado. Aprendí a no quejarme y perseverar en el cansancio y el hartazgo. Aprendí lo que es la gratuidad de un modo nuevo. Fui evangelizado y he visto milagros físicos y espirituales (si es que acaso se pueden separar).
En el Camino de Santiago me encontré con Dios y vi mi vocación como sacerdote.
Este libro es una invitación a que abras tu corazón a Dios, antes o después de hacer el Camino, y que puedas experimentar su cercanía en el camino de la vida.
Experiencias, anécdotas, reflexiones, historia, paisajes... todo sirve para descubrir a Dios si entendemos Su lenguaje y sabemos cómo. Porque allí todo nos habla de Él, pues el Camino es una gran metáfora de la gran peregrinación del ser