Esta es una historia de relaciones humanas, de besos y de sangre que arranca
con la aparición de un cadáver en el frío suelo de mármol de la catedral de Sevilla,
en el coro, a principios del siglo XX. Dos inspectores de policía, un joven
seminarista, un periodista con ansias de fama y una inconfesable madeja de
amores forman una trama salpicada de asesinatos, persecuciones, excesos de
copas y un tratante de obras de arte que sabe más de lo que parece.
José Luis Mancilla y Dionisio Cortés, dos avezados sabuesos que van de vuelta
tras una exitosa carrera profesional, investigan el crimen del deán de la catedral,
cosido a puñaladas. El arzobispo de Sevilla, Marcelo Spínola, vivirá con
zozobra, incertidumbre y pasión una primavera inolvidable que se empeña
en colmar de sobresaltos las dependencias de palacio.
El reguero de gotas de sangre arrancaba junto a la base del facistol, justo en
el corazón del coro de la Catedral, y permanecía seco besando el mármol del
templo en una ordenada hilera de materia mustia que terminaba tres metros
más allá, en un charco del que ya sólo existían los bordes que recordaban el
lugar exacto en el que expiró Marcelino Gálvez con el pecho atravesado.
Así comienza esta trepidante historia que da cobijo a los comportamientos
del hombre y a las relaciones que se establecen entre las personas, y que verá
su final cuando un soñador que se siente torero, filósofo callejero y hombre de
valores, se reúna con uno de los inspectores. El Guadalquivir, un vapor que se
hunde y una obra de arte darán luz a esta oscura trama. ¿Quién es el asesino?
La madeja se desenmarañó el día que habló el agua.