Montaigne no descendió a los infiernos ni ascendió a los cielos: «Pero nos enseñó a no transformar la vida en un infierno. Y eso ya es bastante».Rachel Bespaloff, para quien la lectura era una«experiencia ética» que nos confronta con nosotros mismos y con losotros, nuestros semejantes, que nos confronta con el pasado olvidado,con la soledad y la ausencia, en un presente sin esperanza, parte enEl instante y la libertad en Montaigne, uno de los últimos textos queescribió, de una relectura de dos de las obras más representativas ycitadas del pensamiento occidental: las Confesiones de san Agustín ylos Ensayos de Montaigne.
Bespaloff, en un texto deimpecable factura, reflexiona sobre el tiempo y la libertad no ya como conceptos filosóficos, ajenos a la vida del hombre corriente, sinocomo temas capitales de un cuestionamiento crítico de la propiaexistencia que le lleva a preguntarse si no habrá llegado el momentode pararse a pensar. Montaigne, concluye Rachel Bespaloff, nodescendió a los infiernos ni ascendió a los cielos. «Pero nos enseñó a no transformar la vida en un infierno.