Con una escritura sobria y transparente, y a través de breves episodios, esta novela nos conduce, en un in crescendo de emociones, desde la primera infancia rural de una niña judía en Alemania, hacia el final de la Primera Guerra Mundial, al incremento de las crisis (inflación, desempleo, aumento de la influencia y victoria de los Nazis) [...] y a un desenlace sorprendente.
Hay una felicísima imagen simbólica, que es la del lento avanzar de una tormenta que acaba por estarjusto encima de nosotros.
Asistimos a rituales judaicos públicos y domésticos, a una clara atracción alternativa entre la emigración a Estados Unidos y el sionismo. Queda el lector simultánea- mente sorprendido por la correspondencia y por las diferencias entre la adolescencia y la vida adulta en medios culturales muy diversos, pues hay miradas a la vida luterana, a la católica o al agnosticismo, al margen de la experiencia judaica ortodoxa. Aparecen figuras familiares de corte nítido: los abuelos del pueblo; el padre, tratante de caballos, fustigado por los antisemitas y fallecido de cáncer; los tíos progresistas Franz y Marie; el abuelo Markus; la amorosa abuelita Ester; Paul (el joven casi enamorado que se deja intimidar por el ambiente); Karl (el joven aniquilado de amor, culto y firme en sus convicciones).
La acción se diseña en una sucesión de fases biográficas progresivamente dramáticas con las que acabamos por participar de un destino, al mismo tiempo muy singular y muy típico, que también nos podría haber sucedido.