AA.VV
Las grandes películas generalmente no están planeadas como tales; suceden a través de una inusual confluencia de talentos y cualidades. El Padrino no es una excepción. Francis Ford Coppola buscaba simplemente redimir una carrera titubeante cuando empezó a adaptar la popular novela de Mario Puzo. Lo consiguió por muy poco. Muchos ejecutivos de la Paramount opinaban que el proyecto excedía la competencia del cineasta. Tuvieron a otro director prevenido durante semanas, preparado para tomar el mando, mientras Coppola trabajaba. El casting creó muchos problemas, y sólo con perseverancia logró el director conservar a Marlon Brando y Al Pacino: todos los actores del mercado codiciaban ambos papeles. El rodaje estuvo sembrado de dificultades, desde el nerviosismo de la Paramount hasta las siniestras atenciones de algunos mafiosos reales, que querían saber cómo estaban siendo retratados. A partir de un bestseller de más vigor que genio, Coppola concibió el filme más sobresaliente de la época, el que durante varios años se convirtió en el título más taquillero de todos los tiempos, y todavía el modelo de esa idea i