Julián Ariza nace en el año 1934, en plena República, cuando faltaba poco para que se iniciase la Guerra Civil. Este contexto es esencial para entender el título y el contenido de estas memorias. Después de la derrota ante el fascismo, los jóvenes de izquierda tenían que cantar a la fuerza todos los días el Cara al sol, resistirse al lavado de cerebro de la asignatura de Formación del Espíritu Nacional, encuadrarse en sindicatos que no eran tales, soportar la cárcel o incluso enfrentarse a la muerte, si protestaban
El miedo formaba parte del ambiente. En estas páginas, Ariza va haciendo repaso de los acontecimientos cruciales de su vida: la fundación de las comisiones obreras, la relación con Marcelino Camacho, su detención por la Brigada Político-Social y su paso por la cárcel de Carabanchel, su apoyo a Santiago Carrillo, la legalización de los partidos políticos durante la Transición y las grandes huelgas; en suma, su experiencia política y sindical, en la que va desgranando sus convicciones, lealtades y decepciones.
Debemos mucho a este sindicalista español, que ha hecho historia. En todo momento, este libro activa la convicción de que no siempre es imprescindible subdividir entre lo grato y lo ingrato, y de que la disparidad de experiencias nos enriquece como seres humanos. Es decir, lo contrario del fanatismo (Joaquín Estefanía).