El tiempo va muy deprisa cuando estás inconsciente.
Todavía no comprendo cómo pudo complicarse tanto. Salir y entrar de la cárcel, salir y entrar del hospital y, entre medias, las piernas de Noelia Soto. Debí intuir el desastre en cuanto asomó por aquel bar.
No debía ser complicado robar el cuadro. Ni siquiera tenía que ser difícil volver a encontrarlo. Pero esta novela es el testimonio de cuando todo sale mal, da igual cuánto tiempo dediques a planificarlo.
A veces la partida se tuerce y no queda otro movimiento que tratar de evitar el jaque mate. Pero, ¿qué se puede hacer, cuando toda la partida está amañada y nada llega a ser lo que parece?
El sueño de la libélula es un retorcido juego del engaño, el último viaje de un ladrón de guante blanco que, en el ajedrez como en la vida, jamás aprendió cómo se gana.