El abuelo Panopla tiene una forma muy especial de ver la tele. Todos los días se sienta delante de su viejo televisor apagado y ríe, salta o llora como si estuviese encendido. Resulta que el aparato es mágico, pero hay un problema, y es que su nieto no puede compartir esos ratos con él porque no tiene el ingrediente clave: una chispa de imaginación. Juntos tratarán de encontrarla.