A los buscadores compulsivos de contradicciones ajenas (tropa cuyas filas no dejan de renovarse, generación tras generación, a cual más entusiasta) les parecerá de todo punto insostenible que en un mismo autor coexistan la desconfianza en la capacidad científica de las ciencias sociales, la convicción de su necesidad y el reconocimiento de la potencia, conceptual y política, del materialismo histórico.