I. A MODO DE JUSTIFICACIÓN
II. LECTORES EN LIBRO AJENO: LA BIBLIOCLEPTOMANÍA, SUS PARTIDARIOS Y PRACTICANTES
1.- Bibliópata y además ladrón, breve definición de un delito con buena prensa.
2.- La innoble raza de los prestatarios.
3.- Tipología del ladrón de libros.
4.- Prevenciones hermosas pero inútiles, hay advertencias que no sirven para nada.
5.- Ladrones ilustres, ladrones famosos.
El Conde Libri, patrón de los bibliocleptómanos.
El mítico Gallardo, el primer bibliopirata con derecho a ese nombre.
Stephen Blumberg, el primero del escalafón.
Susan Horn, o cómo robar libros sin abandonar tu puesto de trabajo.
En todas partes cuecen habas. En Dinamarca también se roban libros.
El ladrón de San Odile; al menos uno merece más un premio que la cárcel.
6.- Los escritores y el robo.
Bolaño-Fresán, la conexión sudamericana.
James Ellroy, o el robo como terapia antinazi.
Ladrones españoles, botones de una larga muestra.
7.- La intrabibliocleptomanía, el robo de libros dentro de los libros.
III. A BUEN HAMBRE, NO HAY TAPA DURA NI NECESIDAD DE SABER LEER: DE LA BIBLIOFAGIA Y SUS INTESTINALES CONSECUENCIAS.
1.- En busca de una definición sin metáfora. La bibliofagia como actividad real.
2.- Enfermedades de alcurnia: el origen bíblico de la bibliofagia.
3.- Entre la tierra y el papel: breves notas sobre la bibliofagia clínica.
4.- Comer para sanar, comer para gozar: bibliofagia saludable.
5.- Haberlos haylos o, al menos, los ha habido: Flor o florecilla de bibliófagos reales.
Melenick II, la bibliofagia como terapia.
Animales bibliófagos, o el libro como dieta.
Reinking y Oldenburger, cuidado con lo que escribes si no te gusta el papel.
6.- El enemigo está dentro. Bibliófagos en la literatura.
La bibliofagia en la literatura infantil; la boa de El Principito se come El Principito.
Bibliófagos en las novelas; si te comes la tuya propia, dejas de existir.
IV. LA BIBLIOFOBIA, O QUITA DE AQUÍ ESE LIBRO QUE NO LO TRAGO.
1.- Bibliofobia, límites de una aversión.
2.- Formas de bibliofobia, variantes de la aversión libresca.
Monobibliofobia o bibliofobia monográfica, la aversión selectiva.
Bibliofobia coyuntural, una aversión temporal y felizmente pasajera.
Bibliofobia clínica, el libro como prefijo o como excusa.
Bibliofobia sobrevenida, los malos profesores y sus nefastas consecuencias.
V. QUEMA, QUE ASÍ NADA QUEDA; DE LA BIBLIOCLASTIA O DESTRUCCIÓN DE LIBROS.
1.- La biblioclastia, una bibliofobia activa que deviene patología indeseable.
2.- Formas del horror; hasta en la biblioclastia hay clases.
3.- El Progreso es mentira, la historia de la humanidad como historia de la biblioclastia.
Schi Huang-Ti, el biblioclasta de ficción.
La muy pirómana Inquisición y su biblioclastia selectiva.
La quema de libros en la Alemania nazi; cuanto más cerca está el fuego, más nos quema.
Augusto Pinochet, el biblioclasta bibliófilo.
Y de Chile a Argentina, cruzar los Andes y seguir quemando.
Carl Richardson, el biblioclasta ocasional por amor al arte.
4.- La biblioclastia literaria, el pirómano vive en casa.
La hoguera de libros del Quijote y sus variadas interpretaciones.
Fahrenheit 451, ciencia ficción y libros quemados.
VI. LIBRO VEO, LIBRO QUIERO: DE LA BIBLIOFILIA, MADRE DE TODOS LOS MALES, ENFERMEDAD O PASATIEMPO.
1.- Bibliofilia y Bibliomanía. Kramer contra Kramer.
Ensayo de definición, esbozo de separación.
Bibliofilia y bibliomanía, una vieja disputa de lindes, un histórico problema vecinal.
2.- No hay bibliofilia sin colección, ni hortera sin transistor.
El coleccionismo, tara censurable o sana afición.
El completista, el bibliófilo dipsómano.
3.- Refutación sin elogio del incunable, ese confuso objeto del deseo.
Incunable, en la definición está el problema.
Cuantos más, mejor, la fiebre cuantitativa del incunable.
Refutación del incunable, neguemos la mayor.
4. Cinco dedos de una mano, un bibliófilo por siglo.
Siglo XVI: Hernando Colón, el bastardo visionario, un bibliotecario adelantado.
Siglo XVII: Samuel Pepys, un bloguero bibliófilo, cuando el tamaño importa y mucho.
Siglo XVIII: Denis Diderot, o cómo desprenderte de tu preciada biblioteca.
Siglo XIX: Thomas Phillipps, guárdeme una cría o, al menos, un mechón.
Siglo XX: Alfred Chester Beatty, el coleccionista de pico y barrena, de la mina al papiro, del papiro a Dublín.
VII. LOS DEVOTOS DE SU ALTEZA, O LA PASIÓN POR LAS PRIMERAS EDICIONES.
1.- Defensa sin previo ataque de los Devotos de su Alteza.
El objeto del deseo y su nombre adecuado.
Por qué somos los mejores, entre el libro continente y el contenido; a quién quieres más, a tu padre o a tu madre.
2.- El valor de las primeras, o más bien su precio.
Precio y valor, materiales para una receta.
Salir en la foto, la importancia de figurar en el canon.
La antigüedad es un grado.
Por una vez la escasez es un premio.
Rareza graduada.
El libro imposible
Causas de la escasez.
Presencias y ausencias.
Un último matiz, el cromo que me falta.
3.- Una historia real; hay aficiones que matan si no se cultivan con mesura.
4.- De tu propia medicina. Los Devotos en la literatura, un ejemplo sin compasión.
VIII. EPÍLOGO: MUERTO EL PERRO, SEGUIRÁ LA RABIA: EL FUTURO DEL LIBRO, EL FUTURO DE LOS BIBLIÓPATAS.
FE DE APÓCRIFOS.
NOTICIA DE AGRADECIMIENTOS.
Enfermos del Libro es un recorrido personal y desenfadado por las muy variadas bibliopatías. Bibliófagos, bibliocleptómanos, biblioclastas, bibliófobos y bibliófi los pululan por este ensayo, descubriendo patologías que el lector quizás desconoce, o tal vez que padece muy a su pesar. El que esté libre de pecado ya puede comprarse un libro electrónico.