Tras nueve años sin publicar esta Epifanía de Manuel Gahete posa a la vida atesorando en su contenido, la maestría del soneto en diferentes tipologías métricas; la caricia y acercamiento al romance en su más precisa concepción; porta sorprendentes seguidillas; también posee, haikus y soleá, esas formas métricas tan iguales y al mismo tiempo tan distintas; su creatividad, de manera serena, nos acerca al Modernismo vertiendo magistralmente el alejandrino con el dominio que en su día nos legara Rubén Darío en aquellos versos: La princesa está triste ( ) o el mismo Antonio Machado en Mi infancia son recuerdos ( )