Mi imaginación tiene que recurrir a experiencias colectivas, a los años del hambre durante la Primera Guerra Mundial y tras la proclamación de la República, a las conquistas culturales y sociales de la Viena Roja, a la firme creencia de jóvenes obreros en el futuro. Quizás el 15 de julio de 1927, cuando el jefe de la policía de Viena mandó abatir a tiros a cientos de manifestantes, fue para Karl el día en que comenzó su viaje a España, el día en que perdió la fe en la ley y la justicia, en que comprendió la inutilidad de la mera esperanza, en que deseó intervenir en el curso de los acontecimientos.