El autor afirma en Escribir después de Auschwitz: "Ni Prusia, ni Baviera, ni siquiera Austria hubieran podido, por sí solas, desarrollar y aplicar los métodos y la voluntad del genocidio organizado; tenía que ser la gran Alemania. Tenemos todas las razones para tener miedo de nosotros mismos como unidad capaz de actuar. Nada, ningún sentimiento nacional por muy idílicamente que se coloree, ninguna afirmación de buena voluntad de los que han nacido después puede relativizar ni eliminar a la ligera esa experiencia, que, nosotros como autores y las víctimas con nosotros, tuvimos como alemanes unificados. No podemos pasar por alto Auschwitz."