La experiencia concentracionaria, una de las más terribles expresiones de violencia y barbarie del siglo XX, se conecta con un tipo concreto de escritura desarrollada fundamentalmente a partir de la década de 1930 y caracterizada por transmitir el testimonio de los supervivientes de los centros de internamiento. Es ésta una literatura que nace de una experiencia concreta, pero que se vincula con un marco intercultural determinado por la universalidad del fenómeno de los campos de concentración y que, más allá de mostrar y denunciar la inhumanidad y el horror, intenta convertirse en memoria activa y ejemplar. No todos los campos de concentración son iguales, y, de hecho, resulta difícil asimilar el infierno de los centros nazis de exterminio con otras realidades concentracionarias sin caer en la banalización o la simplificación, pero sí se pueden detectar en los testimonios de quienes los sufrieron análogos temas y recursos expresivos. Analizando de forma comparatista la obra de diversos supervivientes -Primo Levi, Jorge Semprún, Robert Antelme, Alexandr Solzhenitsyn, Max Aub, Imre Kertész, Margarete Buber-Neumann, etc.-, como si de una estructura de "vidas cruzadas" se tratase, Escribir el horror. Literatura y campos de concentración intenta analizar las principales características de este tipo de escritura.