¿La humanidad podrá finalmente deshacerse del trabajo gracias a los robots? Desde la victoria de la supercomputadora IBM Deep Blue sobre el campeón mundial de ajedrez Garry Kasparov, en 1997, hasta el uso, en 2017, de la red neuronal convolucional GoogLeNet para diagnosticar un cáncer con la misma precisión que un médico, los triunfos sucesivos de la inteligencia artificial se multiplican y son ampliamente difundidos en los medios de comunicación. La opinión pública difícilmente creería hoy que las máquinas no pueden «pensar como los humanos». Y, aunque es probable que esto no sea cierto por el momento, el sentido común nos indica que se podría cumplir en un futuro próximo. Algunas voces como la del filósofo austriaco Ludwig Wittgenstein ya nos advertían que la inteligencia artificial no presupone que las máquinas tengan capacidades cognitivas y que puedan existir sin la colaboración de humanos dispuestos a enseñarles cómo pensar. La computadora «exhibe inteligencia», pero esta no es más que un efecto de la ejecución mecánica de instrucciones dadas que pueden definirse como procedimientos elementales o «t