"«Nunca quise que mi protagonista fuera modélico. La voz que salía de mí y que de alguna manera se parecía a mí cuando era niña respondía a la de un niño de barrio, que no destacaba por sus habilidades físicas ni por ser un estudiante brillante. Mi Manolito, con su mote, sus inseguridades y obsesiones era, sin embargo, el mejor amigo que los lectores podían tener, precisamente porque vencía a las dificultades gracias a su sentido del humor y a su inteligencia verbal. Convirtió su mote, Gafotas, en un título lleno de nobleza», Elvira Lindo.