Al terminar la primera gran conferencia de Eusebius, un periodista escribió: «Se nos apareció como un hombre antiguo de la corte alborotada y loca de Dionisos». Y al morir, diarios de una y otra trinchera culparon a su «ironía atlética» de haber convertido en Literatura sus crónicas. Eusebio García-Mina (1890-1944), que pidió prestada a Schumann la máscara de Eusebius, fue uno de los críticos musicales mejor relacionados del pasado siglo. Punzante, irreductible frente a los convencionalismos, incluyó en su cartera de amistades a los grandes artistas de la época: Maurice Ravel, Arthur Rubinstein, Wanda Landowska
Armado de voluntad, los convenció para que fueran a tocar a Pamplona, su ciudad, donde escribió gran parte de sus textos. Para sobrevivir al tedio y a esa guerra que mutiló la música durante tres años cerca de su casa no había edificios lo suficientemente altos como para tirarse y lograr la defunción, capitaneó La Nave de Baco, un grupo de amigos que encontró consuelo para el alma en los libros, el alcohol y el mantel. Gracias a su agenda, enroló en el barco de forma permanente a Gustavo de Maeztu; y a Ignacio Zuloaga, de modo circunstancial. Este libro recorre la música de los treinta entre copas y balas. Ofrece el cuadro de una época, pero también el rescate de un autor imprescindible para emborracharse de la mejor escritura en pentagrama. «Maravilloso cantor», así lo define Juan Manuel Bonet en el prólogo, que incluyó a Eusebio García-Mina en su Diccionario de Vanguardias. La independencia a la hora de escribir obligó a Eusebius a buscar escolta en varias ocasiones. Amenizó un banquete nazi con un ingenioso discurso para, poco después, ser detenido por la Gestapo. Murió en septiembre de 1944. Se quedó a las puertas de una Europa que empezaba a ser más libre.
Daniel Ramírez García-Mina (Pamplona, 1992) es periodista. Vive en Madrid. Este libro sobre Eusebius es el tercero que publica en tono biográfico. El primero, Paso Marcial (2016), narra las vivencias de su abuelo, médico militar en la Guerra Civil. Para escribir el segundo, La otra vuelta del camino (2018), siguió las huellas de Pío Baroja. Este trabajo fue prologado por Andrés Trapiello. Daniel Ramírez ha sido reconocido, entre otros premios, con el Tiflos (2018) al mejor reportaje de carácter social. Este mismo año, fue nombrado mejor periodista navarro galardón Teobaldo por la Asociación de Periodistas de la Comunidad Foral. En 2016, La Buena Prensa le consideró el «periodista joven más completo» por sus trabajos en El Español. Ha sido columnista en The Objective y ha pasado por las redacciones de Onda Cero y ABC. En 2014, ganó el certamen de relato corto convocado por el Nuevo Casino Principal de Pamplona, lugar donde tantas tardes pasó su ahora biografiado Eusebius.