Lady Lucy MacMorlan podía haber renegado de los hombres y del matrimonio, pero eso no le impedía obtener algún beneficio escribiendo cartas de amor para los amigos de su hermano. Cartas que llegaron a ser cada vez más picantes conforme su fama fue creciendo. Hasta que, inadvertidamente, arruinó el compromiso matrimonial de un conocido laird
Robert, el gallardo marqués de Methven, estaba al tanto del secreto de Lucy. Y ciertamente no pretendía dejar que la encantadora lady Lucy tuviera la última palabra, sobre todo cuando sus cartas sugerían que era bastante experimentada.
Sin embargo, el conocimiento de Lucy no se fundamentaba de manera empírica. Si continuaba escribiendo cartas iba a necesitar documentarse de primera mano. Y Robert estaba absolutamente dispuesto a ayudar a una dama en apuros, sobre todo cuando necesitaba desesperadamente una novia