GARCÍA, JESÚS / LEDRADO, PALOMA
Ostras de Arcade, percebes del Roncudo, almejas reales de Carril y centollas de la ría esta vez acompañadas de un ribeiro Vilerma o un albariño Rosal. Galicia es una tierra de infinitos contrastes. Nada tienen que ver la Costa de la Muerte con la Chaira lucense, el llano gallego, o con la Ribeira Sacra, una especie de mar interior salpicado de monasterios y viñas. Uno 1.200 km de costa y 800 playas más la Rías Bajas de aspecto placentero que tienen su contrapeso en las más revueltas Rías Altas. En Galicia los contrastes se dan entre la ribeira, las tierras que se emplazan en los valles de los ríos, y la montaña que todavía guarda sus esencias antiguas por ejemplo en los Ancares o en O Caurel. La guinda de esta tierra tan variopinta, celta y cristiana es el Camino de Santiago, columna vertebral milenaria. Los cientos de pueblos pintorescos con sus cruceiros y hórreos más las ciudades, todas tan distintas y monumentales, terminan de componer el puzzle de una de las zonas turísticamente más apetecibles del mundo.