La incertidumbre y la imprevisibilidad parecen ser características definitorias del mundo en el que vivimos. Hace solo unos años las iniciativas comerciales multilaterales, lideradas especialmente por los EE. UU., con una visión liberal y abierta de la economía y del comercio, parecían ser el paradigma definitorio de la economía mundial, hoy parece que nos podemos adentrar en un paradigma definido por el nacionalismo, el proteccionismo y un relativo aislacionismo contradictorio por parte de los EE. UU., que, al mismo tiempo, parece conducir a un cierto vacío de liderazgo mundial. Y en el mundo de la geoestrategia y de las relaciones internacionales cualquier vacío que deje un actor rápidamente es ocupado por otro u otros actores.
La utilización de la economía tanto en los conflictos como en las relaciones internacionales no es algo nuevo. Lo realmente nuevo es el escenario actual: lo que hemos llamado globalización, en el que los grandes avances tecnológicos acaecidos en la segunda mitad del siglo XX especialmente en el campo de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TiC?s), han configurado un mundo de conexiones e interrelaciones como nunca se había visto.
En definitiva, un mundo más cambiante que nunca en el que la hiperglobalización está engrandeciendo el potencial uso de la geoeconomía en el complicado tablero internacional.