En este libro Javier S. Burgos ha elegido la locura para llevarnos de la mano a las neuronas. Nos regala leer entre circunvoluciones. Es su instrumento para mostrarnos lo vacíos que seguimos ante lo que ocurre en el órgano que habita entre parietales. Ese director general que nos habla con impulsos eléctricos. Javier nos sitúa ante lo inexplorado para cruzar por lo conocido y llegar hasta lo que no se sabe. Nos ubica ante lo que aún no es más que puntos suspensivos y asume que el saber es una historia que no termina nunca. Ya saben que solo es sabio el aprendiz permanente.
Admiro en estas páginas la capacidad de Javier para poner en valor al enfermo. El autor sabe que en el centro debe quedar siempre el que sufre. Así van a conocer al hombre esclavo de dos sílabas o a la joven mujer que no recuerda a su hija a pesar de compartir espejo. La historia pivota en los que desconocen su desgracia, sus miedos o su locura. La historia se relata desde aquellos que serán bandera roja para que otros no repliquen lo sufrido. Médicos, escritores, científicos e incluso pioneros sin ética se convierten aquí en actores secundarios. Es valiente hablar de la enfermedad sin ser juez, es valiente que Javier se reconozca tan solo como narrador sin buscar extraños equilibrios.
Descubrirán capítulos que podrían ser el germen de una novela, otros que serán descripciones de relato de terror e incluso podrá leer textos que viajan en el tiempo haciendo misterio mientras nos hablan del efecto sobre la sustancia negra de una molécula de apenas unos átomos. Desde el momento en el que empiece a pasar páginas todo será un regalo que se expande. No desaproveche bucear entre los nombres que va a leer. Este libro es un río que se vierte en multitud de afluentes. Hay tanta sabiduría en lo escrito que apenas se percibe. Esa es una magia que brilla porque detrás ha estado Javier regándolo todo con su manera de ver la ciencia, la vida y las personas.
Alberto García Salido