Romain Rolland, admirador del genio de Goethe y Beethoven, nos presenta aquí algunos ensayos novelados donde une a ambos autores, dos hombres que se conocían desde hacía tiempo pero desde lejos.
Beethoven, desde su infancia, se alimentó de Goethe y le rendía culto. Lo leía a diario. En mayo de 1810, en una primera conversación con Bettina, escritora romántica alemana que conocía a Goethe, la confesó la fascinación que ejercían sobre él las poesías de Goethe, "no solo por su contenido, sino por su ritmo...". "Poner música" a un poema no era para el compositor un trabajo de ilustración, sino más bien un enlace con la poesía (carne y alma mezclados).
En una carta, Beethoven escribe a Bettina: "¡Hablad de mí a Goethe! ¡Decidle que debe oír mis sinfonías! (...) También yo quiero, con todo mi corazón, que me instruya...".