Guillermo acaba de perder a su mujer y no quiere saber nada de sus hijas. Hace las maletas y se marcha por voluntad propia a una residencia, donde nadie le conoce y espera que nadie le moleste. Mientras los días transcurren sin más, entre el hastío y la rutina, Guillermo narra episodios de su vida, relacionándolos, en ocasiones, con lo que acontece en el asilo. La memoria es traicionera y la de Guillermo más. Lo que cuenta y recuerda con tanta nitidez y exactitud, se encuentra completamente alejado de la realidad.