Es mucho lo que se ha escrito sobre la historia de Occidente pero, en el mundo de la globalización, las nuevas migraciones e Internet, es ya indispensable conocer cómo se va configurando el gran continente africano. Frederick Cooper ahonda en el proceso de descolonización e independencia de estos países, y ayuda a entender su desarrollo, sus problemas y su posición en el escenario internacional.Analiza así la cuestión del desarrollo, cómo los regímenes coloniales y las élites africanas intentaron transformar la sociedad a su manera, y cómo los habitantes de ciudades y aldeas trataron de abrirse camino en un mundo desigual, entre la esperanza y la desesperación, las promesas y las incertidumbres. Más allá del debate que busca identificar a los culpables de las numerosas crisis y conflictos africanos de las últimas décadas, Cooper explora alternativas y soluciones para el futuro.Crítica:
Este libro explora el período en que el dominio de las potencias coloniales europeas sobre la mayor parte del continente africano comenzó a desmoronarse, cuando los africanos se movilizaron para reclamar un futuro nuevo, cuando las realidades cotidianas de las ciudades y de los pueblos cambiaron súbitamente, y cuando los nuevos estados tuvieron que afrontar el significado de la soberanía, y los límites del poder estatal se toparon con las realidades sociales dentro de sus propias fronteras y con una posición menos controlable en la economía mundial y en las redes internacionales de poder. Es un libro sobre las posibilidades que las personas se han procurado para sí mismas como miembros de las comunidades rurales, como emigrantes a las ciudades y como constructoras de organizaciones sociales, movimientos políticos y nuevas formas de expresión cultural. Trata también sobre cómo se malograron muchos de aquellos aperturismos.
Frederick Cooper
Frederick Cooper, catedrático en la Universidad de Nueva York, ofrece en este libro un amplio panorama sobre la realidad de África y su devenir, partiendo de los procesos de descolonización e independencia del continente.
María Isabel González del Campo, Aceprensa