La relación de la filosofía con el cine, del pensamiento con la imagen, es muy antigua: de la imagen de la caverna de Platón a la exigencia de Nietzsche de aprender a ver podría trazarse una historia de las imágenes con las que el pensamiento ha tenido que vérselas para componer y recomponer la realidad. La irrupción del cine, de la imagen en movimiento, ha sido determinante en la cultura contemporánea. En una época marcada por la virtualidad de la realidad, el cine mantiene una realidad de la imagen, una fidelidad al mundo visto que trasciende el marco estético y aporta una dimensión moral.
En la estela de El mundo visto de Stanley Cavell, Robert B. Pippin, autor de estudios sobre el Film Noir y el Western, propone en este libro una lectura filosófica de Vértigo de Hitchcock y ofrece una interpretación que muestra cómo puede decirse que el cine se cierne sobre un problema filosófico: las ansiedades del desconocimiento.