'A comienzos de 1932
Walter Benjamin escribe en una libreta de apuntes una crónica autobiográfica
sobre sus días de infancia en Berlín, su ciudad natal. Poco después advierte
que hay allí un libro, que reescribe y compone durante varios años, donde
puede reencontrar y comprender las imágenes de aquel lejano mundo: Infancia
en Berlín hacia 1900. A menudo la imagen recordada es una palabra, bajo la
especie de una imagen acústica, tanto como porta el signo, ya que muchos
recuerdos son auditivos. Como si oyese constantemente en la cámara de ecos de
la memoria, la remota experiencia resuena con todos los sonidos diminutos de
la vida común.
El narrador se siente envuelto en un mar de palabras como si fuera un
molusco dentro de su caparazón en el vasto océano del siglo diecinueve, que
percibe las resonancias en el agua profunda. El que busca en el recuerdo oye
el pasado como acercando al oído el caracol vacío y escucha atento el tiempo
vivido en su sonoridad. Así el cuerpo mismo atiende la resonancia del
recuerdo en el lenguaje. Las palabras son hechos sonoros que producen
sentidos nuevos y en ellas lo vivido retorna en el relámpago de su
actualidad.'
Jorge Monteleone