«Ese momento en el que nos vemos obligados a decir adiós, porque ciertos viajes deben hacerse en solitario. Ese momento en el que el sufrimiento se antoja más soportable que la ausencia. Ese momento en el que debemos tener fe y comprender que la vida que parte ya no nos pertenece. El abandono es tan extenuante como aterrador resulta encontrarse cara a cara con uno mismo.» La autora nos sumerge en el doloroso y sombrío trance que supone la pérdida de un ser querido, en la profunda depresión que ello conlleva, en la inexorable búsqueda por reencontrarse con esa persona y también con quien somos. Pero la blancura de la luz siempre está presente y nos guía hacia un posible retorno, un viaje fabuloso, un final en color.