La rebelión de los Países Bajos contra Felipe II fue el mayor desafío de su reinado, dando lugar a uno de los conflictos más prolongados de la Edad Moderna: la guerra de los Ochenta Años (1568-1648). Con el objetivo de apaciguar aquellos territorios, el rey los entregó como dote de su hija Isabel Clara Eugenia (1566-1633) al archiduque Alberto, con quien estaba prometida. La infanta, que primero fue soberana de los Países Bajos y luego gobernadora de Flandes, logró lo que parecía imposible: estabilizar los territorios bajo su mando. Con una astuta combinación de diplomacia, fervor religioso y un notable impulso cultural, Isabel Clara Eugenia se consolidó como una de las mujeres más poderosas e influyentes de la Europa del siglo XVII. Su legado, que Martínez Ruiz narra con brillantez en estas páginas, va más allá de su papel como líder política. Fue una devota católica y una destacada mecenas de las artes, bajo cuyo patrocinio la corte de Bruselas alcanzó un esplendor inigualable. Enrique Martínez Ruiz es catedrático de Historia Moderna en la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido galardonado con el Premi